La verdad sobre la historia de la muñeca Annabelle
noviembre 22, 2017¡Hola mis preciosuras unicornianas!
Aprovechando que Justo acaba de salir la secuela (que en realidad es el inicio de la trama) de la película Anabelle, hoy en la sección paranormal, vengo ha contaros la historia real, y por supuesto, a enseñaros cómo era la muñeca real, la cual he visto en persona (pero era una réplica).
La muñeca fue fabricada por una empresa, una juguetera infantil que comercializaba los productos de Raggedy Ann, siendo esta una de las unidades.
La marca Raggedy Ann fue creada en 1915 por Johnny Gruelle y se dio a conocer tras una saga literaria infantil a partir de 1918. El producto tuvo mucho éxito, por lo que se vendieron muchas unidades de dicha muñeca. Sin embargo, solo una está relacionado a los sucesos paranormales.
Según las afirmaciones de los esposos Warren. quienes llevaron el caso tras las noticias sobre lo que ocurría con la muñeca, en 1970 una mujer le regaló a su hija Donna, estudiante de enfermería y que compartía habitación con otra joven, Angie, una muñeca de la marca. Contenta con el regalo, lo primero que Donna hizo fue dejar a la muñeca sobre su cama como adorno (como haríamos cualquiera ante un regalo de nuestro gusto).
Sin embargo, a los pocos días empezaron a suceder extraños fenómenos: la muñeca parecía moverse sola, ya que cuando las dos regresaban al apartamento, se la encontraban en diferentes posturas, aparte de hallar mensajes aparentemente sin sentido como Ayúdanos, ¿Me echas de menos? o Salven a Lou, como casualmente se llamaba el novio de Donna.
Aunque en un principio sospechaban que era una broma de algún estudiante que se escondía en su habitación para asustarlas, decidieron ignorar los sucesos hasta que estos fueron en aumento, por lo que acabaron pidiendo los servicios de una médium que les informó que dentro de la muñeca estaba alojado el espíritu de una niña llamada Annabelle Higgins, la cual les pide que la acepten como una más.
Este hecho llamó la atención de Lou, el novio de Donna, el cual al ver como Donna y Angie la trataban como si fuera humana, miraba con desdén la escena a la que calificaba de "surrealista".
Al poco tiempo tuvo una pesadilla en la que alguien pretendía estrangularlo, hasta que despertó y se encontró con la muñeca a los pies de la cama. Pero no solo eso, también descubrió que en su cuerpo tenía heridas superficiales de las que no tenía ni idea de cómo se había hecho.
Sin embargo la situación no terminó ahí. Supuestamente las estudiantes escuchaban ruidos desde su habitación, pero no encontraban a nadie, por lo que decidieron contactar con un cura, el cual deja el caso en manos de dos parapsicólogos: Ed y Lorraine Warren (los famosos de las películas de Expediente Warren, que sí, que son muy reales). Estos les comentaron que no existía la tal Annabelle, sino que dentro de la muñeca moraba un espíritu maligno que pretendía poseer a Donna tras haberle dado permiso para que entrara en su vida.
Finalmente optaron por deshacerse de la muñeca y los Warren regresaron a su casa (donde disponen de un museo) por carreteras secundarias para evitar posibles accidentes a causa del poder manifiesto que provocó que el motor de su coche llegara a calarse.
Desde entonces ha permanecido en una urna de cristal dentro del museo familiar en Conneticut.
Lorraine Warren junto a la verdadera Annabelle
Como veis, la historia no es tan macabra como nos la presenta la película. Es más, ni siquiera murió nadie, como sí que pasa en ambas películas. Obviamente hay un precedente que desde la llegada de dicha muñeca, empezaron a ocurrir cosas extrañas, inexplicables, que al mantener oculta la muñeca, dejaron de sucederle a Donna y Angie.
Es curioso ver cómo Hollywood transforma una historia real, en algo completamente distinto. Aun así, nadie le puede quitar a la gran industria de Hollywood que haya conseguido que temamos a la muñeca en las películas. Incluso si a mí me hubieran ocurrido esas cosas con la muñeca original, me hubiera desecho de ella.
El mal está en todas partes, y se puede esconder hasta en una inocente muñeca.
¡Hasta la próxima preciosuras!
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